miércoles, 1 de junio de 2011

Mountain Meadows y Brigham Young

Esta es la verdadera historia de la Masacre de Mountain Meadows, esta es la historia verdadera contada por la nieta de John D. Lee, el hijo adoptivo de Brigham Young, perteneciente a la milicia mormona y al grupo de los Danitas (angeles de la muerte o los angeles vengadores: grupo de sacerdotes mormones, quienes hacian pactos solemnes de jámas y bajo ninguna circunstancia desmentir al profeta, y quienes asesinaban a quienes negaran el testimonio de la iglesia, y hacian cumplir el "Blood atonement" sacrificio o muerte para limpiamiento de los pecados, pues según el profeta la sangre de Jesucristo en la expiación no fué suficiente para redimir del pecado, entoncés los Danitas les daban una ayudadita...asesinandolos!)



COPIADO DEL LIBRO "MORMONISM, MAMMA & ME" (EL MORMONISMO Y YO)
Una vez más fueron enviadas órdenes del principal centro mormón, situado en Cedar City, al sur de Utah, a mi bisabuelo Lee, llamándolo a que se apartara de sus continuos y agradables deberes familiares. Su superior militar y del sacerdocio, el anciano Isaac Haight, que a la vez era presidente de la división territorial de la iglesia mormona y teniente coronel del Batallón Mormón del Condado de Iron, le ordenó a mi bisabuelo Lee que dirigiera el pillaje y el ataque a un convoy de familias que se dirigían desde Arkansas y Msuri hacia California. Mi bisabuelo escribió:
Alrededor del 7 de septiembre de 1857, fui desde mi hogar situado en Harmony a Cedar City, por orden del presidente Haight...
El quería tener una larga conversación en privado conmigo sobre un negocio en particular. Tomamos algunas mantas y nos fuimos al viejo lugar conocido como Iron Works, y allí dormimos esa noche para poder hablar en privado y con seguridad.
John D. Lee
El mormonismo puesto al descubierto,
pág. 218
Allí se convino, aquel domingo por la noche, que los que tenían autoridad en la iglesia aprobarían la destrucción de la caravana que iba con emigrantes, si eso lo podían hacer los indios. También se convino en que ellos estimularían a los indios posteriormente y los animarían a atacar el convoy y robar el ganado y los bienes.
M bisabuelo Lee continúa diciendo:
Haight dijo que había enviado a Kligensmith y a otros hacia Pinto y sus alrededores, para que estimularan a los indios y los forzaran a atacar a los emigrantes.
En camino de regreso de Cedar City a mi hogar en Harmony, me encontré con una gran banda de indios comandados por Moquetas y Big Bill, dos jefes de Cedar City; éstos estaban con ropa de guerra y completamente equipados para la batalla. Cuando se encontraron conmigo hicieron un alto, y me dijeron que habían hablado ampliamente con Haight, Hgby y Klingensmith, y de éstos habían recibido órdenes de seguir a los emigrantes y matarlos a todos, y tomar sus propiedades como despojo de sus enemigos.
Estos indios querían que yo fuera con ellos y comandara sus fuerzas. Les dije que no podía ir con ellos esa noche; que yo tenía órdenes de Haight, el gran capitán, de enviar a otros indios por el sendero que éstos utilizaban para atacar, para que ayudaran a matar a los emigrantes; y que yo tenía que atender eso primero; que yo quería que ellos continuaran la marcha hasta donde se hallaban los emigrantes y acamparan cerca de allí hasta que los otros indios se unieran con ellos; que yo los encontraría allí el día siguiente y los dirigiría.
John D. Lee El mormonismo puesto al descubierto, pág. 226
Entretanto, la alta jerarquía de los mormones estaba ocupada in- citando tanto a los indios como a los mormones. M bisabuela Raquel de Lee anotó que, la noche del 16 de agosto de 1857, el apóstol George A. Smith y su comitiva llegaron a Harmony. La mañana siguiente, él y su compañía hicieron un desfile en formación de batalla para demostrar a los oficiales de la milicia de Harmony "como disciplinar bien a los hombres". Martineau de Parowan comandaba los movimientos. A las siete de la noche se encontraron en la casa de reuniones. El presidente G.A. Smith presentó un discurso sobre el espíritu que impulsaba a los Estados Unidos de América hacia este pueblo; el discurso estuvo lleno de hostilidad y virulencia, y todos sintieron que se regocijaban en el Señor Dios de nuestros padres. (1)
Además de las órdenes militares y de los turbios sentimientos de guerra que comunicó a los santos de los últimos días, el apóstol Smith también tenía una epístola significativa para Jacob Hamblin, uno de los numerosos cuñados de mi bisabuelo Lee.
Esta carta de Brigham Young, fechada el 4 de agosto de 1857, de- signaba a Jacob Hamblin como presidente de la Misión Indígena de la Iglesia en Santa Clara. Se le ordenaba bajo juramento solemne
...que entre a desempeñar los deberes de¡ cargo inmediatamente. Continuar hacia los indios la política conciliatoria que siempre he recomendado, y buscar, mediante obras de justicia, obtener el amor y la confianza de ellos, pues ellos tienen que aprender que deben ayudarnos o, de lo contrario, los Estados Unidos de América nos matarán tanto a los unos como a los otros ... Buscar la unión de los corazones de los hermanos de esa misión, y que todos los que estén bajo su dirección estén entrelazados con los santos lazos del amor y de la unidad.
Luego seguía un párrafo en que había "abundancia de noticias" en relación con el nombramiento
... de un conjunto completo de oficiales (federales) para el Territorio. Estos nobles han de tener una escolta de 2.500 soldados regulares del Tío Sam ... que saldrán de Ft. Leavenworth el 15 de julio... el informe que corre es que ellos de alguna manera averiguarán si me van a colgar en la horca luego de someterme a juicio o sin juicio. Hay otros treinta a los cuales se tiene el propósito de juzgar. (2)
Jacob Hamblin, que estaba preocupado con respecto a sus nuevas responsabilidades de alistar a los indios para que hicieran su parte en la guerra que se aproximaba, escoltó a los principales jefes indios de su distrito para que conferenciaran con Brigham Young en Salt Lake City. El Diario de historia de la iglesia tiene la siguiente anotación el 1 de septiembre de 1857: "El hno. Jacob Hamblin llegó procedente de la Misión de Santa Clara a Salt Lake City con 12 jefes indios que habían acudido a entrevistarse con el presidente Young... El presidente tuvo una entrevista de alrededor de una hora con los indios."

Evidentemente, Brigham Young persuadió a los indios de que "deben ayudamos o, de lo contrario, los Estados Unidos de América nos matarán tanto a los unos como a los otros". Siete días después, estos jefes indios y unos 400 de sus guerreros se unieron a mi bisabuelo John D. Lee y a otros 53 líderes mormones para atacar a la caravana de colonos que se dirigía a Mountain Meadows.
En la siguiente batalla, cruel y sangrienta, para sorpresa de los rnerodeadores mormones e indios, los emigrantes tuvieron que hacer una valiente contraofensiva. Desesperada y valientemente se defendieron y defendieron a sus familias durante cinco días largos y tenebrosos con sus horribles noches. Los ancianos mormones, cansados de la larga y extenuada lucha, que habían tenido la confianza de ganar en asunto de horas, se retiraron y formaron un concilio de guerra de la iglesia. Hicieron planes para llevar la batalla a un rápido fin. Luego, como una estrategia planteada con anticipación para sacar a los emigrantes que resistían desde sus trincheras, les prometieron que conducirían a los viajeros empeñados en batalla con seguridad de regreso a Cedar City, Utah, si éstos a su vez abandonaban los fusiles y se rendían. Así lo hicieron los emigrantes, creyendo que los hombres mormones eran amistosos benefactores que los estaban defendiendo contra los indios. Con confianza marchaban valle arriba, cada uno á lado de uno de los acompañantes mormones. Cuando se dio la señal convenida que significaba: "Muchachos, cumplan su deber", cada uno de los ancianos mormones se volvió contra el indefenso emigrante que iba a su lado y despiadadamente lo mató disparándole a sangre fría. En la parte alta de¡ valle, a corta distancia, los indefensos y heridos emigrantes, que estaban siendo transportados en uno de sus propios carromatos, estaban siendo igualmente asesinados por los líderes mormones, dejando así a las mujeres y a los niños que huían alocadamente, para que los indios los asesinaran salvajemente y les arrancaran el cuero cabelludo, a fin de que los ancianos mormones no se hicieran culpables por derramar la "sangre inocente".
Un total de 127 personas: hombres mujeres y niños fueron despiadadamente asesinados por estos fanáticos ancianos mormones, todos los cuales eran destacados ancianos y obispos; y por la banda de indios que los santos de los últimos días incitaron para que robaran y asesinaran. Esta cobarde matanza total promovida por el sacerdocio mormón, y conocida como la Matanza de Mountain Meadows, ha pasado a los anales de la historia norteamericana como uno de los actos más sangrientos y crueles jamás perpetrado en nombre de la religión, y sólo fue recientemente "superado" por el baño de sangre de Guyana.
Inmediatamente después de los brutales asesinatos, parte de los hombres mormones comenzaron a matar el ganado de los emigrantes para dar de comer a los indios, con lo cual los halagaron para que se mantuvieran alejados de¡ diabólico pillaje que estaban realizando en el campamento de los emigrantes. Con gritos de júbilo tiraban ollas y sartenes, platos y ropa, mientras en la parte baja de¡ cañón, otros de su tribu y algunos hombres blancos despojaban de ropa, zapatos, dinero, relojes, cuchillos y otros objetos de valor a los cuerpos mutilados y ensangrentados de los que habían sido asesinados. A los regocijados guerreros se les permitió que hicieran una comida espléndida con toda la carne de res que pudieran devorar y también se les concedió una pequeña porción de¡ botín de la monstruosa carnicería. Esto fue lo que les concedieron sus amigos mormones en la matanza.
El cuadro en verdad tuvo que haber sido sombrío y triste cuando los mormones fatigados y salpicados de sangre, el día siguiente, transportaron a Cedar City, Utah, la mayor parte de los despojos de la guerra; el ganado de los emigrantes, carretas con sus yuntas de bueyes, bienes de¡ hogar, joyas y alhajas, junto con los 17 niños de los emigrantes que gemían en el crujiente y oscilante carro-cama, horriblemente dominados por el terror, tristes, que acababan de quedar huérfanos. Les habían perdonado la vida por cuanto se estimó que tenían tan poca edad que no podrían contar la historia de la matanza, ni incriminar a los asesinos de sus padres. Estos pequeños indefensos fueron entregados al cuidado solícito de las esposas de los ancianos mormones, cuya conciencia los recriminaba, con la siguiente orden: "Muéstrenles el amor y el afecto que puedan. Son niños huérfanos y merecen todo el cuidado y la bondad que podamos darles."
Esta conciencia culpable pudo haber sido lo que hizo que estos mismos ancianos entregaron en la oficina mormona de los diezmos de Cedar City el botín tomado de las víctimas que habían asesinado. Juanita Brooks, notable historiadora mormona y autora de varios libros bien documentados sobre los primeros días de la historia mormona, detalla cómo fue "profundamente afectada" la gente de Cedar City a causa de la matanza.
Los carretones extras que estaban en el patio de la oficina de los diezmos y los niños huérfanos que estaban en muchos hogares, los hacían tener una conciencia recriminatoria de la tragedia de Meadows...
Ahora había en los anaqueles de la oficina de los diezmos muchos pares de zapatos, atados y arreglados según su tamaño; había edredones y mantas; utensilios de cocina y platos; y algo de ropa. Había mudos susurros de camisas y vestidos ensangrentados, que fueron remojados muchísimas veces, lavados en espumas jabonosas y planchados a fin de que estuvieran listos para ser usados. También hubo susurros de las mujeres que sentían náuseas o se desmayaban por esta tarea, pero permanecían con los labios herméticamente cerrados y estoicas.
Juanita Brooks John D. Lee, pág. 225

El chivo expiatorio del mormonismo por lo sucedido en Mountain Meadows
Para mi bisabuelo Lee, junto con su parte del botín de la batalla sangrienta dirigida por el sacerdocio mormón, pronto había otros despojos de guerra, que más bien serían intangibles y no materiales: los frutos de aflicción y destrucción de la fe, de su mal encaminada obediencia a los líderes de su iglesia y a Brigham Young. Le cayó a mi bisabuelo la suerte de ser constituido en víctima que debía cargar con la vergüenza y la culpa de toda la necia matanza planeada y dirigida por el sacerdocio de la iglesia mormona; ser el chivo expiatorio que llevaría los pecados y la desgracia de¡ sórdido negocio de la iglesia mormona, y sufrir, como todos los chivos expiatorios, la pérdida de su familia, sus amigos, su hacienda y su casa. El había de pasar el resto de su vida errante, con frío, con hambre, enfermo y olvidado, escondido durante diecinueve largos años de aflicción, hasta que finalmente fue arrestado y juzgado por un tribunal de los Estados Unidos de América, y condenado a muerte.
Fue llevado para su ejecución a Mountain Meadows, donde había ayudado a matar, en nombre de Dios y de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, a más de 127 hombres, mujeres y niños. Allí, donde habían sido enterrados la mayoría de los extranjeros asesinados en una larga fosa superficial que ellos mismos habían excavado como trinchera para la batalla, y en que resueltamente se habían defendido de sus merodeadores mormones, el 23 de mazo de 1877, mi bisabuelo se enfrentó calmadamente al pelotón de fusilamiento de los Estados Unidos de América y a la muerte.
Entre sus últimas peticiones (que se les permite hacer a todos los condenados a muerte), mi bisabuelo Lee pidió que se hicieran tus fotografías de él mismo sentado sobre su ataúd, para las tres esposas que habían permanecido leales a él. Las otras lo habían abandonado cuando Brigham lo había excomulgado, trece años después de la matanza, todo por cuanto había seguido los edictos eclesiásticos de sus superiores y había ayudado a robar y a aniquilar a los viajeros.
Precisamente antes que se le colocara el pañuelo sobre los ojos, mi bisabuelo le hizo señal al fotógrafo, James Fennimore, quien estaba
ajustando la cámara cerca. "Ven acá - le dijo -, mientras le hada señas con la mano. Quiero pedirte un favor: que le proveas a cada una de mis tres esposas una de estas fotografías. "Envíales a Raque] A., a Sarah C. y a Emma B." M bisabuelo repitió lentamente los nombres de estas tres fieles compañeras que habían soportado junto con él y por él tantas aflicciones y venganzas, y le dijo a este joven amigo, que había vivido con él y con su familia en Lonely Dall: Envíaselas, por favor. ¿Harás esto?"
El señor Fennimore respondió afirmativamente. M bisabuelo se sentó en el borde del ataúd y fue tomada la fotografía. Luego, levantándose del sitio donde había estado sentado, y mirando calmadamente a los soldados y a los espectadores, les ofreció su discurso de despedida, en un tono de voz tranquilo y sin emoción.
Después de una breve oración que hizo el capellán de la cárcel, un ministro metodista de nombre George Stokes (para quien los más antiguos miembros de nuestra familia aún expresan alta consideración y profundo aprecio), ni¡ bisabuelo hizo una petición final: "Les ruego a los guardias un favor: que no me apunten a los miembros, sino al corazón... ¡Que las balas atraviesen mi corazón! ¡Que no me mutilen el cuerpo!" (3)
Cuando la palabra fatal se oyó: "¡Fuego!", de una manera clara y vigorosa en aquella helada mañana del 23 de marzo de 1877, se oyó un atronador cañonazo, y mi bisabuelo cayó hacia atrás en su ataúd, muerto e inmóvil, y su espíritu cruzó el oscuro río de la muerte, para presentarse ante el Juez de los vivos y de los muertos.
Algunos han dicho que, por medio del ministerio de¡ capellán de la cárcel, y de su benevolencia hacia mi bisabuelo mientras esperaba ser ejecutado, éste recibió a Jesucristo como su Salvador personal e hizo las paces con Dios. Me gustaría saberlo.
Pero una cosa sé: que en el tiempo en que los hermanos de la propia iglesia de mi bisabuelo lo habían traicionado flagrantemente, y lo habían abandonado absolutamente, la amistad de este clérigo metodista, y su compasión, significaron mucho para mi solitario y abandonado antepasado. Este clérigo tuvo que hal>er sido una bendición providencia, especialmente enviado por un Dios misericordioso, para acompañar y fortalecer a " bisabuelo Lee, cuando regresé por primera vez, después de haber perpetrado el horrendo crimen y de haber sufrido los brutales recuerdos. Este ministro cristiano, compasiva- mente y con oración, había buscado todos los medios para mitigar el dolor y la desesperación de] hombre que estaba condenado a muerte, sosteniéndolo en cada uno de los tortuosos pasos por el camino hacia las mandíbulas siempre hambrientas, bostezadoras, agarraderas y sin misericordia de la muerte con su inexorable finalidad, después de la cual no vale ningún poder humano, ni solicitud ni oración. Ya estaba sellado al destino final de mi bisabuelo; porque, pese a toda la predicación y las profecías en contrario presentadas por José Smith, Brigham Young y cualquiera de los otros falsos proclamadores de la salvación después de la muerte, según la Biblia, no hay redención para el alma después de la muerte. La purificación de¡ pecado por medio de la fe en la sangre "del Cordero", que fue inmolado por nuestros pecados, tiene que cumplirse aquí en la tierra porque "en el lugar que el árbol (el hombre) cayere, allí quedará" (Eclesiastés 11:3). No habrá cambio de direcciones o estaciones, porque después de la muerte viene el juicio, donde tendremos que dar cuenta en cuanto a si rechazarnos o aceptamos la sangre expiatorio de Cristo por nuestros pecados. " ... está reservado a los hombres el morir una sola vez, y después de esto el juicio" (Hebreos 9:27). Ni siquiera uno de los libros mormones, ni ninguna versión de la Biblia menciona algún lugar intermedio para los espíritus de los muertos. No hay purgatorio, no hay prisión temporal. Para el que cree en la sangre de Jesús, hay un cielo y un paraíso. Estos son nombres de un mismo lugar. Pablo declara en 2 Corintios 12:2-4: "Sé de un hombre en Cristo, que... fue arrebatado al paraíso." En la paráfrasis la Biblia al Día, esta porción bíblico dice así: "Hace catorce años me llevaron de visita al tercer ciclo. No me pregunten si fui corporalmente o en el espíritu, porque no lo sé; sólo Dios lo sabe. Lo cierto es que estuve en el paraíso."
Pablo, al escribir a los creyentes en Cristo sobre la sangre purificadora de Jesús, declara: "Así que vivimos siempre animados, y sabiendo que entretanto que habitamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor... pero cobramos ánimo, y preferimos estar ausentes del cuerpo, y habitar en la presencia del Señor (2 Corintios 5:6,8). Para el tiempo y las circunstancias de nosotros hoy, muy claramente nos dejó Dios escrito que estamos "en el cuerpo" o "en la presencia del Señor" en el tercer ciclo, que es el paraíso.
Mensaje editado por luzhoy.



¡La restauración de mi bisabuelo Lee, 83 años después!
Una vez más, la iglesia mormona, no sólo ha dado marcha atrás, sino que ha invertido el destino de n-ú bisabuelo Lee. El 20 de abril de 1961, 83 años después de la ejecución de " bisabuelo, y casi 100 años después de la matanza por la cual él fue excomulgado, el cuerpo gobernante de la iglesia mormona aprobó "que se dé autorización para la restauración de su condición de miembro y de sus antiguas bendiciones a John D. Lee."
El siguiente mes, el 8 de mayo, los descendientes varones de mi bisabuelo Lee se presentaron como apoderados para las "obras vicarias del templo" y para los ritos que se realizaron en favor de mi bisabuelo. Estos ritos del templo incluyeron: el rebautismo por inmersión para que volvieran a ser remitidos los pecados de mi bisabuelo, la reimposición de las manos para que se le otorgara de nuevo el Espíritu Santo, la reordenación mediante la imposición de las manos para que mi bisabuelo volviera a tener los grados del sacerdocio mormón que había tenido más de cien años antes.
Luego vino el revestimiento con las vestiduras sagradas en representación de ¡ni bisabuelo, y la colocación de las vestiduras de boda sacerdotales. Por petición de él, sus vestiduras especiales de¡ templo habían sido sepultadas junto con él; fueron lanzadas apresuradamente sobre su cuerpo derribado por las balas antes que fuera bajado al sepulcro en Panguitch, Utah. Esto lo habían hecho sus dolientes hijos, a pesar de que, según el mormonismo, él ya no era digno de ellas. Pero ahora, a causa del perdón y de la restauración que recibía, presumiblemente se le permitiría usarlas.
Finalmente, y se esperaba que esta vez fuera permanentemente, vinieron las ordenanzas de¡ matrimonio vicario y el "sello para la eternidad". Si, como lo habían prometido las autoridades de los santos de los últimos días, todas sus "antiguas bendiciones" le fueron restauradas a mi bisabuelo, entonces él tuvo que haberse casado vicariamente de nuevo con todas sus diecinueve esposas que antiguamente tuvo, y que hacía tiempo se habían vuelto polvo en sus sepulcros, vestidas como novias de sus últimos maridos.
Sin embargo, si las antiguas diecinueve esposas de mi bisabuelo le fueron restauradas a su regazo y a su harén en el ciclo, ¿cómo fueron reemplazadas en el reino de¡ segundo marido estas esposas selladas dos veces, desligadas una vez, y ahora recuperadas? Uno se pregunta si aún están por suceder otros sellos y desligamientos, porque ciertamente este dilema intrincado y perverso no está aún resuelto.
Todos estos ritos de restauración a favor de mi bisabuelo tuvieron que haber sido más bien agotadores y consumidores de tiempo, puesto que se requieren dos días y varios participantes para volver a realizar estas "obras vicarias por los muertos", a favor de nuestro progenitor. Aunque estos "salvadores de sus queridos muertos" con plena fe y expectación y sinceridad trataron de rescatar a mi bisabuelo Lee, él puede estar aún "muerto en delitos y pecados". Y eso es así, a menos que, por supuesto, antes de su ejecución, él se hubiera arrepentido realmente de su pecado de incredulidad, y hubiera con- fiado en el Jesucristo verdadero como su Salvador personal.
Además, la verdadera salvación no consume tiempo. En un abrir y cerrar de ojos con sólo un rayo que se sienta de contrición hada Dios y de amorosa gratitud hacia Cristo, uno puede de la manera más cierta y permanentemente nacer de nuevo, ser rescatado de¡ pecado y de la muerte espiritual, y estar vivo con El para siempre. Todo esto hubiera podido ocurrirle a mi bisabuelo Lee, como me ocurrió a mi. Espero que le haya ocurrido. Sólo Dios lo sabe.
Yo quiero comunicarle a usted, estimado lector, como mi bisabuelo me lo comunicó a mí, la dolorosa desesperación de mi bisabuelo Lee por la impía crueldad que sus prójimos mormones y sus amigos de otro tiempo amontonaron sobre él, y sobre sus esposas y sus hijos. Impulsado por sus tres esposas leales y sus hijos, a huir para salvar la vida, éste, que una vez había sido un obispo mormón próspero y respetado, se convirtió en un fugitivo azotado por la pobreza, forzado a una dolorosa nostalgia y soledad. La excomunión, el peligro, la enfermedad, los estómagos vacíos e inflamados y los espíritus quebrantados llegaron a ser la suerte de ellos. Todos estos horrores y aún más, asediaban los lugares donde se escondían en Lonely Dell y en Lee's Ferry (su lugar de escondite en los últimos años). Pero estoy segura de que lo más perturbador de todo era la perfidia de sus superiores mormones en el sacerdocio.
Como chivo expiatorio de ellos, mi bisabuelo había sido consignado al infierno. Allí supuestamente había esperado hasta que su progenie, después de una centuria de importunidades y tal vez de mucha presión y politiqueo, finalmente lograron conseguir que se revirtiera la excomunión, no sólo para la gloria y exaltación de mi bisabuelo, sino también para gloria y exaltación de ellos mismos.
En la mayoría de las mentes mormonas, nadie puede ser sustituido o reemplazado por su progenie (a menos que haya sido adoptado por otro hombre, como mi bisabuelo había sido adoptado por Brigham Young). Por tanto, la prodigiosa posteridad de mi bisabuelo Lee había estado en una precaria situación. Según se informa, aun el santo más santificado entre ellos pudiera esperar en el lugar intermedio de prisión (el paraíso) hasta que mi bisabuelo Lee hubiera progresado hacia adelante y hacia arriba. Luego, a su turno, el que espera pudiera ocupar el lugar vacante. Y así tal vez, la preocupación de los bisnietos de Lee por su propia condición celestial fue lo que los impulsé a la diligencia con que trabajaron para que mi bisabuelo fuera restaurado en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días y para que se le devolvieron sus "antiguas bendiciones" y sus poderes sacerdotales, con lo cual clarificaron el camino para su propia exaltación algún día hacia la divinidad.
Aunque pueda parecer que sólo el egoísmo y una arrogante búsqueda de la gloria personal es lo que motiva al hombre mormón a practicar tan fielmente los ritos de su genealogía y las obras del templo, para obligar a su padre, abuelo, bisabuelo, y así ad infinitum a continuar hacia adelante a fin de que el hombre mormón pueda ocupar la estación vacante, tal no es el caso.
Gran parte de la preocupación de los padres mormones es el afán por el eterno bienestar de sus hijos, para que ellos no tengan inconveniente en su avance hacia la exaltación, la gloria y la divinidad. Esta es parte de la razón por la cual los mormones muestran diligencia en Is buenas obras, en los diezmos, en las actividades de la iglesia, en las empresas misioneras, y en el sometimiento a los que tienen la autoridad del sacerdocio mormón y a sus poderes para sellar. Que Dios bendiga a todos los mormones en todas partes con el conocimiento de corazón y la paz que Jesucristo da cuando viene el corazón y le susurra: "Consumado es." Que El me haga siempre más agradecida por el hecho de que Cristo consumó la obra que el poder convincente de¡ Espíritu Santo comenzó en mi corazón. Cuán agradecida estoy de que mi salvación fue consumada y está firmemente sellada para la eternidad en Aquel que murió para que yo viva.
Las obras de justicia que yo hago ahora de manera frágil, y para vergüenza mía, muy pobre e irregularmente, comenzaron en mi corazón aquel glorioso día cuando confié plenamente en Jesús. Entre estas buenas obras está el hecho de escribir este libro para la gloria de Dios y en honor de su querido Hijo, para que otros, mormones especialmente, sean salvos y le lleven honor y gloria al Cordero de Dios cuya sangre nos limpia de todo pecado.
Que Dios me use, y use este testimonio escrito, para atraer a muchos a Jesucristo, aunque temo que eso signifique cortar anheladas relaciones entre seres amados y amigos mormones; y que eso levantará enconados insultos contra mi y recriminaciones. Estoy consciente de que algo de eso lo merezco justamente.
Pero a Aquel que es poderoso para "salvar perpetuamente a los que por El se acercan a Dios" encomiendo todas las cosas, mi propia vida; confío en que el que comenzó esta buena obra en mí es poderoso para realizarla y para llevarme al hogar de mi madre, arriba, donde no habrá pared de separación, y mamá podrá otra vez estar orgullosa de mí. Pero, sobre todo, cantaremos para siempre:
El nuevo cántico de mamá y mío.
Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque fuiste inmolado, y con tu sangre nos compraste para Dios, de todo linaje, lengua pueblo y nación. El Cordero que ha sido inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la alabanza. Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, el honor, la gloria y el dominio, por los siglos de los siglos.
Apocalipsis 5:9,12,13